¡Hola! ¿Cómo estás? Soy Daniela, mamá de Benjamín de 7 años.

Desde los 3 años Benja fue diagnosticado con TGD (otra forma de llamar al Trastorno del Espectro Autista) y nuestra vida cambió, pero no solamente por lo malo que podría parecer, sino porque los chicos con este trastorno cambian completamente la vida de la familia y nos enseñan a ver el mundo de una forma completamente diferente. Sobre todo a valorar las pequeñas alegrías que a veces pasan desapercibidas en lo rápido y superficial que tiene muchas veces nuestra vida en el mundo actual.

Asumir lo diferente que pueden ser nuestros hijos, como cualquier niño de cualquier parte del mundo, nos hace ver la importancia de aprender, de capacitarnos, para acompañarlos, para entenderlos, para amarlos así como son y hacer todo lo posible para que nuestros hijos sean felices, tal como debería serlo cualquier niño. Todos somos diferentes y eso es lo divertido de la humanidad.

Que hay días malos es verdad, pero ¿a quién no le pasa alguna vez? Y después siempre vuelve a salir el sol, y la esperanza vuelve a brillar cada vez que nuestro hijo aprende algo, cada vez que avanza aunque sea un pequeño pasito y para toda la familia ¡la alegría es enorme!.

La condición de nuestros hijos nos enseña a ser más simples, a que no todo tiene una única forma de hacerse y que podemos llegar al mismo resultado por distintos caminos, a no ser tan estructurados, a ser más empáticos, en fin, a ser más humanos, porque podemos reconocer sin vergüenza nuestras fortalezas y debilidades. Ese niño/a que vino a nuestras vidas se convierte así en nuestro mejor maestro.

Desde la familia, nosotros ponemos todo nuestro esfuerzo para lograr un mundo más inclusivo para Benja y para tantos otros niños con otras capacidades, aunque el granito de arena sea chiquito estamos convencidos que todo suma. Muchas veces nos enfrentamos a la mirada de la sociedad que nos juzga como padres, y duele a veces más que la misma condición de nuestros chicos porque sin saber la sociedad juzga y condena en algo tan simple como un berrinche de un chico en un supermercado, o las crisis por el uso de la pirotecnia, sin siquiera preguntar mamá/papá ¿te puedo ayudar en algo?. Entendemos que cuanto más se conozca mejor de este y otros trastornos del desarrollo, entre todos podremos ayudarnos cada vez más. Y estoy segura que la vida de todos será mucho mejor porque hoy vos me ayudas a mi, pero mañana seguramente seré yo quien te ayude a vos.

Mi mensaje también es que si sos papá/mamá, abuela/o, etc. Y ves como que algo no cierra en el comportamiento de tu bebé o nene/a chiquito, busques ayuda médica lo más pronto posible. El instinto casi nunca falla y es mejor salir de la duda y si hay un diagnóstico más temprano, las posibilidades de mejorar la calidad de vida de los chicos, con las terapias sobre todo, son mucho más altas. Como no es una enfermedad, no hay un jarabe para tomar y curarse.

En realidad hace más falta que la sociedad se cure de las cosas complicadas, de dar tantas vueltas para no decir nada, de incumplir lo prometido, de juzgar sin saber lo que le pasa al otro, de hacer cosas que lastiman al otro y pensando solamente en mi disfrute y conveniencia.

Gracias por leerme, y deseo de corazón que mi experiencia te sirva, quizás puedas ayudar a alguien que conoces y puedas también ayudarnos a difundir y concientizar sobre las personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista).

Te abrazo
Daniela