El lema seleccionado para sensibilizar sobre la problemática del suicidio este año nos interpela como sociedad a romper con el silencio defensivo frente a la incapacidad para comprender un fenómeno que nos paraliza.
Nos convoca a la acción conjunta, organizada con el fin de crear esperanza. Esperanza que se desarrolla, se construye colectivamente, no aparece de la nada y es en este construir que necesitamos revisar estereotipos, representaciones que generan malestar, sufrimiento, desigualdad en un mundo en permanente cambio, inestabilidad y transformación.
En los últimos años la OMS (2004) ha alertado sobre el incremento significativo de los casos de suicidio en jóvenes de 15 a 24 años, siendo la tendencia a la mortalidad mayor entre varones y los intentos entre las mujeres. Según datos aportados por la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) en el año 2018 la tasa de mortalidad en población adolescente fue de 4.5 por 10.000 para ambos sexos; en varones fue de 5.9 duplicando la tasa registrada en mujeres de 3 por 10.000 habitantes.
Este dato nos interpela a pensar la problemática, dentro de su complejidad, desde la perspectiva de género, entendiendo a éste como una construcción cultural, histórica que se expresa a través de la forma que tenemos de percibir el mundo y que se reproduce en las diferentes instituciones dónde se clasifican roles, atributos, significados.
Es a partir del sexo biológico que se han asignado géneros a los seres humanos y en función a ello se establecieron formas de ser, pensar, sentir, vivir para cada uno de ellos.
Los problemas, dificultades, por lo tanto, también se viven y expresan de forma diferente, como así también, la búsqueda de apoyo, contención.
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La construcción de la masculinidad hegemónica, por ejemplo, implica la represión de ciertas manifestaciones de la emotividad -como el miedo o la tristeza- y, a la vez, produce una subjetividad esencialmente dominante dirigida a discriminar y subordinar a las mujeres y a otros varones que no se inscriben en el mismo modelo. (De Keijzer, 2013), es así como también se construye el “ser femenino” con atributos ligados a la belleza, sensualidad, sensibilidad, sumisión.
Estas formas de socialización generan riesgos para la salud, exponen a situaciones que incluyen las autolesiones, suicidios.
Generar espacios para deconstruir, revisar roles, estereotipos, relaciones asimétricas, permite construir una sociedad más justas, igualitarias, sería una forma de accionar, de crear esperanza.