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Maternar en tiempos de pandemia
Maternar en tiempos de pandemia

Maternar en tiempos de pandemia

Maternar en tiempos de pandemia exige un esfuerzo extra. Una situación inesperada llegó para organizar nuestras vidas. La columna de la Licenciada Laura Lorena Leguizamón nos ayuda a reflexionar sobre esta etapa de la vida en un contexto de crisis.

 

El reloj a las 6AM para poder avanzar en las tareas particulares antes que la wawa despierte. La productividad versus la reproductividad se dirimen en la agenda cotidiana. Maternar, ese mandato construido culturalmente se nos impone en el devenir presente. Cuando seas grande vas a casarte y para ello tenés que conocer las tareas domésticas, para ser una buena esposa que necesariamente conlleva ser madre. Sin hijos la vida no tendrá sentido, no podrás darle un heredero a la familia paterna ni continuar su legado y no te das una idea de lo maravilloso que es tener un hijo varón. Mandatos todos, que a pesar de habernos aggiornado normativamente, siguen configurando la escena social riojana.

Casada o no, en pareja o no, cuando decidís maternar la experiencia puede resultar tan grata como ingrata. Lo primero que se percibe y lo que siempre se arriesga es el cuerpo de la mujer, elijo nombrarlo: la cuerpa, ya que percibo en el decir un acto político. La cuerpa cambia, tanto el exterior como el interior se transforman y la experiencia deja una huella enorme. Por si acaso, aclaro que no hablo de las cicatrices en la piel. Cuando tu experiencia es compartida, aun siendo el centro de atención de quien te acompaña, el acto culmina en una práctica individual. La soledad superpoblada te inquieta ¿seré una buena madre? ¿podré cubrir sus necesidades? ¿me recuperaré pronto? ¿tendré la leche suficiente? Y cuando el zapato oprime un poco más, te lo aseguro, la anestesia no tiene efecto.

Maternar en tiempos de pandemia exige un esfuerzo extra. Una situación inesperada llegó para organizar nuestras vidas. Desacomodó la existencia conocida y habilitó prácticas otras. Antes salías de compras, ir por los pañales podía resultar una experiencia terapéutica. Ahora te preguntás si tendrás el dinero para poder cubrir las necesidades básicas. Como mujer puérpera, aunque nada lo confirme, la representación es que pertenecés al grupo de alto riesgo. Como en el Titanic, salvemos a ancianos, mujeres y niños. La vida que asoma entre tus brazos depende de vos y aunque -probablemente- no sos la única que puede cuidar, sí sos exclusivamente quien tiene el deber de hacerlo.

En el mejor de los casos -si sos una privilegiada- cumplido el periodo de licencia, se incorpora la novedad del teletrabajo. La cuerpa que no logra dormir las horas que requiere para asegurar un descanso, la cuerpa que provee alimento, vitaminas, grasas (nutrientes todos estos que dona con total entrega y en general no compensa con lo que incorpora para sí misma); la cuerpa que esboza agendas en permanente revisión. Si lográs dormir a la wawa dos o tres horas durante la mañana, esas serán las disponibles para ¿cocinar? ¿limpiar? ¿compartir con tu pareja un momento agradable? ¿mirar una serie en netflix? Lamento derribar tus ilusiones… Es el momento para comer algo con ambas manos disponibles, bañarte o dormir aunque se trate de minutos para reunir un poquito de energía, para soportar un poco más.

¿Y el teletrabajo? Aquí viene la parte interesante ¿sos diestra o zurda? No tiene importancia, vas a aprender a usar una sola mano ¿cuál? La que te queda libre, depende de qué lado se esté amamantando a la wawa. Tu rendimiento no será el mismo, apenas el que el sobre-esfuerzo permita. ¿Por qué contratar mujeres entonces? Porque sin trabajo reproductivo no podría haber trabajo productivo. La sociedad y la patronal lo saben, simplemente lo esconden debajo de la alfombra.

¿Por qué parir entonces? ¡Ah las bendiciones son tan hermosas! vas a escucharlo hasta el hartazgo. Tu vida ahora está completa, sos una mujer hecha y derecha. Supongamos que evadiste la depresión post-parto, ello no te asegura estabilidad emocional. Supongamos también que sos una mujer independiente, no vas a poder huir del duro proceso. Lo llamemos por su nombre, te estás transformando y el cambio además de íntimo, placentero, humano, es profundamente doloroso. De ese dolor que provoca el no tener respuesta para resolver un llanto, de derramar lágrimas a escondidas ya que se supone que naciste con la respuesta, que tenés un super instinto que te va a guiar, que como otras antes lo hicieron vas a encontrar el camino, aunque nadie te diga por dónde transitarlo.

Si tu maternidad es deseada, buscada, anhelada ¿el amor hará posible que superes la prueba sin mayores inconvenientes? Te tengo otra noticia, jamás tu confianza se verá tan cuestionada. Por otro lado, la pandemia pudo haberte dejado varada, lejos de casa, sin abrigo, sin dinero, sin un lugar donde quedarte y con una wawa dependiente a cargo. Sos consciente que es fundamental hacer cuarentena, que es de gran importancia para vos, tus seres queridos y tu wawa. ¿Qué hacer? No hay respuestas de ningún sector, no hay posibilidad de superar pronto esta etapa. Por fin, una buena noticia, las mujeres siempre fuimos tribu y en los peores momentos siempre aparece una de nosotras.

En el pasado, las familias extensas, posibilitaron el tránsito a la vida moderna de las mujeres, sacrificando la de otras mujeres (abuela, tía, hermana mayor, criada) que cuidaba de las wawas. El trabajo, como orden concreto con sustento simbólico y cultural, se organizó sobre la base de la diferencia sexual. Diferencia que definió ámbitos de actuación para unas y otros, que dijo que valíamos para el mercado bastante menos que un hombre, pero que podíamos rendir tanto o más que ellos, que los horarios a considerar debían equipararse al modelo-social-hombre. Sabemos que no es el único tipo de hombre posible, pero fue y sigue siendo el que tiene mayor valor. El hombre que el mercado desea, como la mujer que el mercado requiere y niega.

Supongamos que empezaste a construir tu casa y no tuviste los recursos para terminarla, consideremos la posibilidad de que tenés 4 hijas/os/es, todos escolarizados. A las tareas domésticas, al teletrabajo, le vas a tener que sumar las horas de acompañamiento para que el proceso educativo pueda alcanzar, mínimamente, los objetivos propuestos frente a la emergencia. Pero aun así elegimos maternar, algunas de nosotras, lo hacemos libremente, deseamos deconstruirnos en el acto de maternar.

No quiero olvidarme antes de cerrar la idea de la buena noticia, de quienes deben maternar en los márgenes. Digo deben porque aunque lo elijan no tienen garantizados sus derechos, en esa situación de alta vulnerabilidad el acto no puede ser libre. No podés salir a vender algo para que ingrese un pesito extra, no tenés un centro de salud cercano o sabés que la prioridad es el virus y debés aprehender a ser enfermera para evitar el riesgo. En ocasiones, te ves obligada por la exclusión a burlar las medidas. No lo hacés de inconsciente, de mala ciudadana o de mala madre. Son tus circunstancias que no te dejan alternativa.

Muchas preguntas más se abren, cierro diciendo que desde siempre el auxilio provino de otras mujeres, de las brujas del aquelarre, de las parteras, de las matronas, de las abuelas, de las hermanas, de las amigas, de las vecinas e incluso de desconocidas; que están pasando o pasaron por lo mismo que vos. No todas tenemos los mismos deseos, no todas elegimos maternar, no todas maternamos libremente. Sin embargo, todas las cuerpas que maternan terminan sintiéndose explotadas en algún momento, paseándose por el abismo vital, explorando alternativas desesperadas, auto-imponiéndose rutinas que de otro modo no realizarían.

La pandemia nos enseña que saliendo de ella debemos pensar otro mundo, las/os/es invito a que no nos olvidemos de que la diferencia todavía es cruel, que la producción cotidiana nos omite, que la legislación no es respuesta per se,, que nos siguen matando y que maternar no es un instinto natural o una función exclusiva de las mujeres, que maternar es más que parir.

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